domingo, 16 de julio de 2017

La difícil sencillez. Manolo Laguna


“La difícil sencillez” por Manolo Laguna

La razón, si no tenemos cuidado, nos conduce directamente a una pasión por el análisis


Más de una vez me ha costado seguir el discurso de alguien que estaba hablando de balonmano. Eso, cuando sucede, me causa cierto desconcierto, aunque, para ser franco, cada vez me pasa menos. Era más frecuente hace tiempo.
Es evidente que no soy un tipo sofisticado y es posible que haya sutilezas que se me escapan, no descarto en absoluto esta posibilidad, pero cada vez me perdono más a mí mismo; según pasan los años estoy empezando a pasar la responsabilidad al otro lado, al lado del que está exponiendo. Puede que sea una forma de autodefensa, pero así es como está sucediendo.
Les comentaba no hace mucho, que tengo la idea de que en España los entrenadores hemos tenido una fiebre de “formación” y nos hemos preocupado por asistir a cursos, estudiar y teorizar en torno a nuestro deporte. Concretamente les decía que, en el afán de querer tener razón, nos hemos ido cargando de razones, unas de más peso que otras – evidentemente – pero hemos hecho de la racionalización una bandera.

LA RAZÓN, SI NO TENEMOS CUIDADO, NOS CONDUCE DIRECTAMENTE A UNA PASIÓN POR EL ANÁLISIS QUE, MAL ENCAUZADA, PUEDE DESBORDARSE Y CONVERTIRSE EN UN OBSTÁCULO MÁS QUE EN UNA AYUDA


Yo creo que, a consecuencia de la educación que me dieron, al final me quedé con una mente bastante analítica. Mis estudios académicos, que no tuvieron nada que ver con el balonmano, ni siquiera con el deporte, influyeron para que mi forma de abordar las cosas, por principio, fuese metódica y ordenada.
Mi formación como entrenador también me condujo por esa senda.
Tengo que decir que, a falta de otras virtudes, siempre fui muy constante. Cuando me puse a estudiar balonmano, me bebí literalmente todos los libros apuntes y artículos que cayeron en mis manos. Estudié cada detalle, por nimio que fuese; aún les podría explicar pormenores que les asombrarían. Y aún sigo así.
No crean que todos los autores que yo leía estaban de acuerdo en esos análisis exhaustivos, es más, sutilmente unos y otros se llevaban la contraria – con mucha educación, eso sí – pero yo me aprendía todo y todo lo quería aplicar.
Había una auténtica pasión por la “nomenclatura” y por la “simbología”. Hablar inadecuadamente o hacer un esquema un poco deficiente era motivo de censura y de descalificación.
Creo que al final te juzgaban más por las formas que por el fondo, así que yo me hice un experto en esas materias, temía que si no dominaba eso nunca sería reconocido como un entrenador mínimamente preparado.
Memoricé, también, multitud de “principios” y “clasificaciones” de los aspectos más diversos de nuestro deporte.
Cuando hablaba de balonmano, sobre todo si era en un ambiente de entrenadores expertos, iba con pies de plomo, midiendo las palabras, para no soltar una palabra o un concepto que no se ajustara a la norma. En pocas palabras: me faltaba naturalidad.
No crean que ese era un problema solamente mío, esa misma falta de naturalidad y ese temor a ser “excomulgado” por falta de corrección formal la percibía en muchos compañeros, era como una obsesión colectiva.

ESTOY EXPRESÁNDOME EN PASADO Y, SI LO PIENSO BIEN, NO SÉ POR QUÉ LO HAGO. REALMENTE DEBERÍA HABLAR EN PRESENTE, PORQUE HOY EN DÍA SIGO OBSERVANDO ESA MISMA OBSESIÓN


Con los años he ido librándome de ciertas ataduras formales y no necesito estar pensando dos veces lo que digo. En una conversación cotidiana sobre el balonmano digo las cosas tal como me vienen a la cabeza y compruebo que la gente me entiende, que es básicamente lo que pretendo.
No digo yo que no sea necesario tener un lenguaje formal común, y que este lenguaje esté oficialmente regulado. La utilidad es evidente, si no, correríamos el riesgo de no saber muy bien de qué estamos hablando.
Aunque esta exigencia formal, por mi parte, la reservo sólo para situaciones de exposición oral o escrita muy concretas, principalmente en el ámbito académico, que es donde veo más exigible la precisión formal. Para mi relación con jugadores y entrenadores utilizo el lenguaje que se ha ido imponiendo en las pistas, que no siempre coincide con exactitud con el “oficial”.
Lo que me produce rechazo es esa especie de autocensura que nos lleva a estar siempre envarados, a estar pensando una décima de segundo para elegir la palabra que decimos o autocorregir rápidamente, y como con vergüenza, la palabra levemente incorrecta que acabamos de pronunciar y que todo el mundo había entendido, pero no era la que la norma señala estrictamente.
Pongo un ejemplo: si alguien, hablando de defensa, comenta algo del “extremo defensor”, inmediatamente añade, como de pasada “exterior”, no vaya a ser que le tomen por un indocumentado. ¿Por qué autocensurarse? ¡¡Todos le comprendimos a la primera!!
Alguno pensará que me estoy enredando de forma surrealista en una batalla entre el lenguaje coloquial y el lenguaje formal.
Y así es, pero no creo en absoluto que sea innecesario. Si me meto en esta pelea es porque creo que lo que subyace por debajo es transcendente.
A mi entender, esa exigencia de rigor lingüístico tiene origen en la pasión por el análisis que hemos ido desarrollando.
Me explico: se empieza analizando cualquier aspecto del juego; como consecuencia aparecen diversos factores que influyen en ese aspecto del juego. Del análisis de cada uno de esos factores aparecen elementos que condicionan ese factor determinado… y a cada detalle se le va poniendo un nombre.
Como es fácil de imaginar, el análisis avanza en forma de racimo y puede extenderse hasta el infinito y, paralelamente, la nomenclatura también.
Además, no todos los autores analizan un aspecto determinado del juego con el mismo criterio. Uno, por decir algo, centra su análisis en aspectos puramente mecánicos y el de al lado utiliza el criterio de la intencionalidad. Cada uno va denominando los hallazgos que hace de una forma, que nada tiene que ver con la de su colega, porque parten de suposiciones e propósitos diferentes.

INCLUSO, EN OCASIONES, CADA AUTOR DEFIENDE “SU ANÁLISIS” CONTRAPONIÉNDOLE AL QUE HIZO EL OTRO, SIN DARSE CUENTA QUE NO TIENEN POR QUÉ SER CONTRARIOS, SIMPLEMENTE SON INCOMPARABLES


Al final nos encontramos con que de un mismo aspecto del juego tenemos mil detalles que en lugar de converger para tener un conocimiento más preciso de esa faceta, se esgrimen como argumento para diferenciarse del de al lado y proclamar la superioridad de lo que uno hace.
El detalle pasa de ser un simple detalle a ser una bandera que representa a un colectivo y adquiere mucha más importancia de la que realmente merece. Este es el momento en que se pierde el foco y uno puede llegar a enredarse – y de paso enredar a los que le siguen – y perder la perspectiva global, que es la que nunca se debe abandonar.
Voy a explicar una situación que he vivido hace no mucho que creo que sirve para ilustrar lo que digo.
Fui a ver un partido de juveniles masculinos y me senté tranquilamente en la grada, iba solo. No habrían pasado ni cinco minutos de juego cuando llegó un entrenador amigo y se sentó a mi lado, hablamos de diversos asuntos, pero al poco tiempo, inevitablemente, nos centramos en lo que pasaba en la pista.
Llamó la atención mi amigo sobre un jugador concreto, maravillado por “lo bien que defendía” y los elogios iban en aumento. Lo que a mí me chocó es que la sensación que yo tenía de ese jugador era que, como defensa, era mediocre, tirando a malo.
Me esforcé por ver al chico de otra forma, no fuera que yo tuviese un prejuicio que nublara mi vista, pero por más vueltas que le daba, me seguía pareciendo mal defensor.
No rebatí la opinión de mi vecino ocasional de grada, no me gusta ser un aguafiestas ni el sabelotodo, que en cuanto alguien dice algo, busca material en que apoyarse para contradecirle. Pero atendí minuciosamente a las explicaciones en que se apoyaba para defender su tesis.
¿Qué era lo que le maravillaba del trabajo defensivo de ese jugador?
Los argumentos que aportó eran, más o menos, estos:
§                         “Fíjate como se orienta”
§                         “¡¡Nunca está plano!!”
§                         “Fíjate como amenaza al impar”
§                         “Mira como adelanta la mano para disuadir el pase”
No digo yo que esto no lo hiciera, o que sean cosas que no deban hacerse, pero lo que yo estaba viendo (y comprobando una y otra vez, porque el chico se convirtió en el foco de mi atención) era, aproximadamente, que:
§                         Cada vez que le encaraba su oponente, difícilmente le paraba
§                         Que, en su afán por la disuasión y los ataques a los impares, no ayudaba casi nunca a sus compañeros y se generaban espacios indefendibles en su zona
§                         Que le metían balones a su espalda sin que ni siquiera se enterara, ni le diera la más mínima importancia
§                         Que estaba más pendiente del gesto que de la intención
Estas cosas y algunas más me hacían que estuviese en total desacuerdo con mi vecino, a mí me seguía pareciendo bastante mal defensor. Pero nunca se lo dije.
Cada uno tenemos nuestra idea y todas son respetables. La razón, en abstracto, no es de ninguno, cada uno tenemos nuestras razones.
¿Por qué esa valoración tan dispar?
Vean el esquema que les pongo a continuación, me apoyaré en él para dar mi interpretación de los hechos:

laovaciónmadrid-defensa-manololaguna
El trabajo en defensa (Fuente: Manolo Laguna)

En este esquema he tratado de recoger las cosas que yo creo que son importantes en el trabajo defensivo, hay elementos de naturaleza muy diferente, unos puramente mecánicos, otros centrados en la intención y factores que implican aspectos de lo uno y de lo otro, pero lo que es significativo es que ¡¡ESTÁN ORDENADOS JERARQUICAMENTE!!
No todo lo que está en el cuadro tiene el mismo valor para mí. He utilizado la imagen de un árbol para simbolizar que la actividad defensiva se sustenta en unos nudos básicos que son los que nunca pueden fallar, porque entonces todo el entramado se caería.
Cuanto más cerca están del tronco, para mí tienen más valor. Las cosas más superficiales son como las hojas y las flores, contribuyen a la belleza y a la vida del árbol, pero hay tantas que si se arranca una de ellas al árbol no sufre ningún mal incurable.
¡¡No se puede dar el mismo valor a todo lo que se encuentra después de un análisis!!
La capacidad analítica es muy importante, pero al final sólo es instrumental. En mi opinión, lo que aporta coherencia a un trabajo bien hecho es la capacidad de síntesis.

NO TODOS TENEMOS LOS MISMOS VALORES NI LAS MISMAS PRIORIDADES, PERO ES IMPRESCINDIBLE ESTRUCTURAR ADECUADAMENTE LOS CONTENIDOS


Cada uno hará su “árbol”, no van a ser todos iguales, pero cuando no hace un mínimo esfuerzo estructurador, se mueve en el caos y hace moverse en la inseguridad a los que le rodean, porque sus valores – y en consecuencia sus exigencias puntuales – cambian como una veleta, según sopla el viento de la moda o de los intereses y emociones personales.
Podríamos decir que hay entrenadores con una estructura mental más parecida a la nuestra o con valores bastante distintos. Pero pongo el acento en todos aquellos que, en su pasión por el análisis, avanzan y avanzan en la recopilación de más detalles, y terminan haciendo del detalle de moda su bandera… lo bueno es que no les cuesta mucho cambiar de criterio, porque no tienen uno firme.
La diferencia de opiniones entre mi amigo que elogiaba al juvenil “buen defensor” y yo, que estaba – y estoy – convencido de que tiene mucho que mejorar en esa faceta, está motivada solamente por dónde puso cada uno el foco: para mí, lo esencial es que los defensores sean “sólidos frente a los oponentes” y “sólidos frente al balón”, si esto no es así, ya ni miro otros detalles, no puedo catalogar a ese defensor como bueno. Evidentemente, mi amigo valora más otras cosas.

LA PASIÓN POR LA SÍNTESIS QUE SE ADAPTE MEJOR A LA NATURALEZA DE LO QUE HACEMOS TANTO CUANDO ENTRENAMOS COMO CUANDO COMPETIMOS, HA SIDO LA -ESTRELLA POLAR- QUE HA ORIENTADO MI CAMINO EN LOS ÚLTIMOS CUARENTA AÑOS DE TRABAJO.


La obsesión me sobrevino cuando abordé el reto de organizar la Escuela y el C.I.T.D. de Alcalá de Henares, me pasé un verano entero encerrado estudiando y planificando y ahí la necesidad de dar un sentido global a todo me abrió los ojos hacia la importancia de sintetizar adecuadamente: no dejar de seguir avanzando, pero sobre una estructura que diera sentido a todo.
Las primeras referencias sobre la importancia de esto las había tomado de Emilio Alonso, en el Curso Nacional. Lo que nos explicó me pareció todo muy fácil de comprender, pero a la vez muy profundo. Me dejó obsesionado por “la difícil sencillez”
Pero era complicado encontrar un camino ¿Cómo “destilar” el producto?
Todo lo que leía estaba marcado por la pasión analítica y, si quería detalles, me podía hartar a estudiar, pero si quería “encontrar la esencia de toda esa cantidad de cosas” no tenía más remedio que buscarme la vida por mi cuenta.
Al final la senda la encontré bien cerca de mí y a través de personas que no tenían la menor idea de nuestro deporte, de hecho, no tenían la menor idea de ningún deporte.

EMPECÉ A VER LO ESENCIAL A TRAVÉS DE MI MADRE


Tengo que explicar que la idea del artículo me vino porque esto lo estoy escribiendo el domingo día 7 de Mayo, que es precisamente el Día de la Madre, y me vino a la cabeza todo lo que ella me aportó, incluso en los campos donde no sabía nada. Claro, que era una persona con un sentido común asombroso.
En esa época, los partidos de ASOBAL los daban por TVE a las 4 de la tarde los sábados. Si yo estaba por Madrid, solía ir a comer a su casa esos días y me quedaba a ver el partido que emitieran. Ella, por solidaridad, se sentaba a mi lado y se tragaba aquello, que no la importaba lo más mínimo – aunque decía que sí, que era muy interesante – a la vez me hacia algún comentario sobre el juego, supongo que por hacer ver que la gustaba muchísimo.
También me colaba algún mensaje de los que a ella sí la importaban: “hijo ¿no has pensado en dedicarte ya a algo serio?”, pero esto no tiene nada que ver con el artículo. Sigo.
Poco a poco me fui dando cuenta que todo lo que me comentaba, aun siendo muy simple, era en general bastante acertado. A veces, de broma, le comentaba que mejor le hubiera ido al entrenador del equipo que perdía si en lugar de estar sentada en un sofá conmigo, estuviese en el banquillo de aquel equipo.
Cuando comencé a confeccionar mis apuntes de Técnica/Táctica Individual me di cuenta que, cuando buscaba lo esencial para sentar las bases, muchas de las cosas ya me las había anticipado mi madre en sus comentarios ingenuos.
Como entonces yo no tenía ordenador, le daba las hojas manuscritas a mi hermana, que tampoco sabe gran cosa de balonmano, para que me las pasara “a máquina” y, como es una persona de lógica aplastante, decidí tomarla de conejillo de indias. Cuando me daba un capítulo pasado, la interrogaba sobre lo que había entendido ella. Si veía que la comprensión había sido buena, el capítulo lo daba por acabado. Si no era así, lo rehacía.
Al fin y al cabo, cuando escribes para gente que se va a formar como entrenador, tienes que escribir para “gente de la calle”, no para expertos. Partir de los conceptos que puede manejar cualquiera para llegar al punto final que pretendes (si no, corres el riesgo de no conectar nunca con ellos).

EN FIN, QUE APRENDÍ BALONMANO EN LOS LIBROS Y EN LAS PISTAS, PERO LA COHERENCIA GLOBAL (POCA O MUCHA) DE LO QUE HAGO LA FUI ASENTANDO EN PERSONAS QUE DESTILABAN SENTIDO COMÚN


Insisto en que esto, para mí, es transcendente. A todos nos puede gustar un puente de Calatrava, que queda definido con unas pocas líneas armónicas y estilizadas o, por el contrario, un palacio barroco, con mil detalles y recargado de adornos. O también habrá gente como yo, que les gustan ambas cosas. Aunque las dos construcciones, para que sean estéticamente aceptable tienen que tener una armonía en los volúmenes y en la estructura.
La semana pasada tuvimos la ocasión de ver dos partidos de la Selección Absoluta Masculina contra Austria.
Los dos tuvieron un guion parecido: Austria se puso a dar guerra, incluso se adelantó en el marcador. Cuando sucedió esto, Jordi cambió el sistema defensivo de 6:0 a 5:1 y los austriacos se disolvieron.
Como espectador, observaba los intentos del entrenador de Austria para atacar esta defensa. No pudo dar con la tecla.
Sí, ya sé que “Después de la batalla todos somos generales” y desde la grada ganamos todos. Probablemente cualquiera de los que pensamos soluciones para lo que estamos viendo, no conseguiríamos resultados mejores. A pesar de esto dejen que les comente algo, aunque sea como ejercicio que ilustre este artículo.
¿Mi opinión?: quiso cambiar algunos detalles, pero no hizo un cambio a un nivel más profundo. Se perdió con las hojas y las flores y no supo tocar la rama que le ayudara a enderezar el partido… ¡¡Pero para eso hay que tener un árbol!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario